El aumento exponencial de computadores, celulares y todo artilugio electrónico que ya no funciona son el nuevo dolor de cabeza para quienes buscan hacer desaparecer los desechos que genera el planeta. Qué se hace en el mundo y cómo Chile enfrenta el problema tímidamente.
Aunque cada vez el recambio de la tecnología es más rápido y, por ende, sus precios se vuelven asequibles con igual velocidad, tanta innovación no es puro beneficio. Cada vez que se reemplaza un celular, una pantalla plana o una impresora, lo usado no necesariamente se reutiliza y mucho menos se recicla. Y Chile está bastante atrás en esto.

Anualmente, el mundo produce suficiente basura electrónica al año para llenar entre 45 mil y 125 mil aviones 747. Una cantidad enorme si se considera que sólo entre 10% y 18% de ella se recicla.

Si bien el recambio de electrónica depende del nivel de desarrollo del país, en promedio un computador de escritorio es reemplazado cada dos años, una impresora cada cinco y un televisor después de los 10 años de uso.

Según proyecciones del Banco Mundial, los residuos sólidos urbanos aumentarán en 70% para 2020, explica Cristián Araneda, director de ChileResiduos. «Son los residuos electrónicos los que han presentado un mayor crecimiento en los últimos años: del orden de 600% entre 2002 y 2012», agrega.

La realidad local no es diferente. «Los desechos electrónicos en Chile tienen una tasa de crecimiento del 25% anual -se producen 25 mil toneladas al año-, cifras que dan cuenta de la relevancia de enfrentar esta problemática que ya es parte del presente», aseguró José Ignacio Pinochet, seremi del Medio Ambiente Región Metropolitana, en un seminario sobre reciclaje electrónico organizado por la ONG Fiscalía del Medio Ambiente y el Centro de Estudios en Derecho Informático de la Universidad de Chile.

Cristián Araneda va aún más allá en el detalle con las cifras. «Se espera que pasemos, sólo por concepto de computadores, de las cerca de doce mil toneladas al año a unas veinte mil en 2020», dice.

Oportunidad

«El reciclaje electrónico en el país es muy limitado», explica Joost Meijer, jefe de la sección de residuos del Ministerio del Medio Ambiente. «Sólo se trata de desarmado, y lo que resulta casi no tiene valor comercial», explica.

Cada aparato tiene distintas cantidades de estaño, oro, plata, titanio y cobre, entre otros metales, que si son recuperados pueden tener valor comercial. Pero eso no es lo único. Plomo, cadmio y mercurio también están presentes, y no sólo pueden dañar el medio ambiente, sino también a las personas si no son manejados de manera correcta.

«Lo particular de estos residuos es que tienen un porcentaje de recuperabilidad bastante alto», explica el director de ChileRecicla. «Si sumamos las partes reutilizables y reciclables (restando los elementos peligrosos), podemos llegar a un 97% del total».

El problema es que todo este proceso tiene que ser normado. La disposición de estos materiales peligrosos es tan crítica que las mismas personas que los manipulan pueden generar eventualmente algunos tipos de cáncer. Por eso es un tema polémico, por ejemplo, en Estados Unidos, donde algunas ONG han denunciado el envío de estos desechos a países como Gana, Nigeria, Pakistán, India y China, lugares donde no se resguardaría la salud de quienes reciclan.

«Por la cantidad de residuos electrónicos que se generan en Chile es muy caro mantener fundiciones que reciban los metales separados», explica Joost Meijer. «Es un tema que pretendemos controlar (el manejo de estos residuos), y por ahora no hay restricción formal para exportación de los desechos. Queremos hacer cambios en el sistema de control», agrega.

¿Responsabilidad compartida?

Pero qué se recicla no es el único proceso poco desarrollado en Chile. Quién es responsable de hacerlo aún no está en norma alguna.

Aunque depende de la idiosincrasia de cada país, advierte Cristián Araneda, traspasarle la responsabilidad al productor es lo que genera más consenso.

«Quienes lideran esto son los países de la Unión Europea y en particular los países nórdicos y Alemania, en donde la Responsabilidad Extendida del Productor (REP) se aplica hace más de veinte años», detalla. «Los productores o importadores de aparatos electrónicos deben hacerse cargo de sus residuos posconsumo -es decir, una vez que éstos vayan a ser desechados por los usuarios-, dándoles un manejo adecuado».

Pero no todos apuestan por ello. Para Salvador Millaleo, del Centro de Estudios en Derecho Informático de la U. de Chile, la responsabilidad también debiera recaer en los consumidores. Esto, porque todas la políticas que apuntan al reciclaje requieren de la voluntad de las personas para que puedan ser llevadas a cabo. Dejar lo viejo tirado en cualquier parte no ayuda.

La norma

Aunque mundialmente desde principios de los 90 existe un convenio que busca regular la disposición de desechos electrónicos, Chile recién tuvo tímidos avances una década después. En la última reforma tributaria se trató de incluir el concepto de REP, pero no fue aceptado por los parlamentarios, explica Joost Meijer. Aún así, el proyecto que responsabiliza a los productores aún está en carpeta y debería ser presentado al Congreso antes de fin de año, asegura.

De momento, depende de las empresas -y en forma voluntaria- asumir dicha responsabilidad. Hay varias iniciativas en Chile, por lo que hay que averiguar antes de renovar un artilugio electrónico.

Los que están ayudando

Aunque Chile está entrampado desde 2008 para consensuar una norma sobre los residuos electrónicos, hay varias iniciativas que están ayudando a crear conciencia, especialmente en las empresas.

ChileResiduos es una de las instituciones que están enfocadas en el reciclaje electrónico. Ofrecen a las empresas asesorías y seguimiento de sus desechos para asegurar la disposición adecuada.

Recycla es otra entidad que toma la basura electrónica de compañías y la procesa. En su planta de Pudahuel trabaja con más de 600 toneladas de desperdicios al año.

En tanto que el Movimiento Nacional de Recicladores de Chile cuenta con más de 60 mil recicladores (los nuevos cartoneros) que buscan el valor de segunda mano a grandes electrodomésticos, equipos de informática, aparatos médicos y máquinas expendedoras, entre otros.

72% de la basura electrónica está compuesto por materiales reciclables.

25% equivale a partes reutilizables.

3% corresponde a residuos contaminantes.

Fuente: El Mercurio

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